Resumen
El ciclo iconográfico de la herida y la conversión de san Ignacio de Loyola tuvo un origen concreto, localizado en la Vita escrita por Pedro de Ribadeneyra en 1572 y difundido posteriormente por diversas series grabadas, entre las que destacan la de Pieter Paul Rubens de 1609 y la de los hermanos Galle de 1610. Y es que la devoción por el fundador tuvo una destacada importancia en la Compañía de Jesús, cuyas autoridades encargaron los primeros conjuntos artísticos sobre la vida de Ignacio antes incluso de su beatificación y contraviniendo la prohibición expresa de Clemente VIII. No obstante, la canonización de Ignacio en 1622 marcó el punto de partida para la gran difusión de su iconografía a través de los ciclos pictóricos realizados por algunos de los más destacados artistas de los siglos XVII y XVIII.
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